CRÓNICA DE LA VISITA CULTURAL DEL 21 DE MAYO DE 2022
“EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE ITÁLICA Y EL MONASTERIO DE SAN ISIDORO DEL CAMPO”
A las 10,25 horas de la mañana nos dimos cita un reducido y selecto grupo de socios en la explanada de acceso a las popularmente denominadas “Ruinas de Itálica” para iniciar la octava visita cultural del curso 2021-22 organizada por la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Sevilla y dirigida por Manu nuestro guía de cabecera.
La mañana amaneció menos calurosa de lo esperado y una ligera brisa disipaba el bochorno que temíamos que nos castigara.
Una vez en el interior del recinto, Manu realizó una introducción a la visita para darnos a conocer los avatares históricos del lugar: Se trata de la primera ciudad de ciudadanos romanos que se levanta fuera de la península italiana, allá por el año 206 a.C., coincidiendo con la segunda guerra púnica, a iniciativa de Escipión el Africano. Su núcleo inicial coincide con el actual asentamiento de Santiponce. Ubicación buscada por su cercanía al río y al trazado de la Vía de la Plata, en un emplazamiento libre de las periódicas inundaciones provocadas en cotas más bajas. El conjunto arqueológico visitable en la actualidad forma parte de una ampliación posterior del núcleo original, la denominada Nova Urbs (ciudad nueva) levantada en torno al año 125 d.C. La ciudad de Itálica vio nacer a dos de los más importantes emperadores romanos: Trajano y Adriano.
Comenzamos la visita al conjunto accediendo a través de los restos de una de las puertas del recinto amurallado, donde pudimos contemplar el sistema de cloacas que servía de alcantarillado a la ciudad y por el que, en sus ramales principales, podían transitar hasta dos personas de pie y en paralelo. A partir de ese punto iniciamos el paseo por una de las calles que conserva el antiguo pavimento de grandes losas provenientes de canteras ubicadas en Tarifa (Cádiz). La estructura de las calles estaba formada por una calzada central con una anchura de entre 8 y 10 metros, y aceras porticadas laterales de unos 4 metros de anchura. La estructura urbana de la Nova Urbs es de una cuadrícula que conforma manzanas rectangulares en las que se ubicaban, según los casos, solo una o dos viviendas.
A medida que avanzábamos fuimos deteniéndonos en las mansiones que ya están excavadas, en el siguiente orden:
Casa de la Exedra, donde es curioso de contemplar el recinto de las letrinas y una dependencia pavimentada mediante el sistema de “opus sectile” que se diferencia del más conocido “opus tesselatum” (el tradicional mosaico de teselas) por el mayor tamaño de las piezas.
Siguiendo el paseo nos dirigimos al mirador desde el que se contempla una magnífica vista del entorno y que está presidido por la copia de la estatua de Trajano divinizado que se conserva en el Museo Arqueológico de Sevilla.
La siguiente casa visitada fue la conocida como edificio de Neptuno en el que destacan los mosaicos de Teseo y el laberinto, y el de Baco, así como su área termal con el magnífico mosaico de Neptuno que da nombre al edificio.
Las viviendas (“domus”) estaban fundamentalmente volcadas hacia el interior, en torno a un gran patio central (“peristilum”). En la mayoría de ellas existían las “tabernae” que no eran más que locales comerciales situados en el perímetro exterior de la edificación, que los propietarios de la casa alquilaban para diversos usos, habiéndose acreditado la existencia de panaderías con sus pequeños hornos así como recintos de fabricación de lámparas de cerámica (“lucernas”) y de artículos de indumentaria personal.
Luego nos detuvimos en la denominada Casa de los Pájaros, donde destaca el gran patio central con su galería columnada perimetral. En un lateral de la galería se encuentra el “larario”, pequeño altar doméstico donde se ubicaban los dioses protectores del hogar, de la familia y de los negocios. Desde el patio se accedía, entre otras dependencias, al “triclinium” o salón comedor. En otra de las estancias que dan a dicho patio se encuentra el mosaico de los pájaros que da nombre a la casa y en el que se representan 33 especies diferentes de aves. En éste, como en gran parte de los mosaicos que se han descubierto y que se mantienen en su lugar original, falta la escena central a haber sido extraída al tratarse de la parte más artística del pavimento. Los ámbitos más privados de las viviendas como los dormitorios (“cubicula”) se desarrollaban alrededor de patios menores, en la parte posterior del edificio.
A continuación visitamos la Casa del Planetario, edificio de una gran extensión, aún no excavado por completo en el que destaca su magnífico mosaico del planetario, datado en la segunda mitad del siglo II d.C. y en el que están representados los siete días de la semana a través de los astros que dieron nombre a los mismos: Luna (lunes), Marte (martes), Mercurio (miércoles), Júpiter (jueves), Venus (viernes), Saturno (sábado) y Sol (domingo). Otro mosaico importante de esta casa es el de Baco y Ariadna.
Desde esta última casa nos desplazamos hasta el anfiteatro, el mayor de los construidos en Hispania y el tercero más grande del mundo. Con una capacidad para más de 25.000 espectadores, lo que llama la atención teniendo en cuenta que Itálica en su momento de mayor esplendor no llegó a los 10.000 habitantes. Tuvo tres cáveas o graderíos superpuestos, del tercero más elevado no queda resto alguno. Llaman la atención en el pasillo de acceso algunas losas de Tarifa con señales marcadas de lo que fueron juegos, así como losas de mármol en las que están grabadas huellas de pies dedicadas a la diosa Némesis. El anfiteatro estuvo revestido por losas de Tarifa y mármol que han desaparecido en su totalidad, para su reutilización en todo tipo de obras en el entorno. Excepcionalmente se conservan algunas piezas de mármol que formaban parte de la cornisa de arranque de la primera cávea. La ausencia de dicho revestimiento deja a la vista la magnífica ejecución del hormigón ciclópeo (“opus cementicium”) tradicional en las grandes construcciones romanas. En el paseo por el anfiteatro pudimos admirar sus galerías interiores con dependencias que aún conservan restos de mosaicos, así como el foso central destinado a bestiario (“fossa bestiaria”), lugar donde las fieras que fueran a participar en el espectáculo esperaban sobre una plataforma a que ésta se elevara mediante un sistema de poleas hasta alcanzar el nivel de la arena central.
Una vez terminada la visita al Conjunto de Itálica nos desplazamos en coche hasta el Monasterio de San Isidoro del Campo, donde hicimos una breve parada fotográfica junto al monolito de señalización del Camino de Santiago que la Xunta de Galicia instaló en la explanada de acceso al recinto monacal, que antiguamente fue el cementerio de los monjes allí residentes. En ese mismo lugar, nuestro guía hizo una breve introducción histórica del recinto cuya visita íbamos a iniciar.
Su construcción inicial data del año 1301, se levanta según algunos autores sobre una anterior ermita dedicada a San Isidoro y su destino inicial fue servir de panteón a Guzmán el Bueno y a su mujer, promotores de su ejecución, en una iglesia gótica de una sola nave. Una vez construida, su hijo construye una segunda iglesia, también gótica, colindante y conectada a la anterior como lugar de enterramiento de su matrimonio y de las generaciones familiares futuras. De hecho hay enterramientos contemporáneos de la saga familiar de los Álvarez de Toledo, el último de los cuales data del año 2017.
La familia propietaria del recinto lo entregó a la orden del Císter en 1431, pasando de estos a los jerónimos en el año 1568 que permanecen en el monasterio, con puntuales ausencias, hasta el año 1978.
En este Monasterio se produjo una corriente proclive a los pensamientos de la reforma luterana, lo cual motivó que los miembros de la comunidad fueran perseguidos por la Inquisición. En aquel contexto el monje Casiodoro de Reina, residente en este Monasterio y en contra de las normas de la Iglesia Católica, comenzó en 1565 la primera traducción al castellano de la Biblia, la llamada Biblia del Oso que terminó publicándose en Basilea (Suiza) en el año 1569.
En el año 1603 se produce un hecho de gran importancia tanto para Itálica como para este Monasterio. Se trata de unas graves inundaciones que sufre el antiguo pueblo de Santiponce que en aquel momento se ubicaba en un emplazamiento cercano al actual estadio Olímpico. Aquella catástrofe motivó que el pueblo que había quedado arrasado se trasladara, previo permiso de los monjes, a tierras de su propiedad colindantes al mismo y en las que todavía quedaban restos de la antigua Itálica que terminaron de ser expoliado y, en el mejor de los casos, sepultados bajo las nuevas construcciones.
Accedimos al interior del recinto conventual a través de una magnífica portada gótico-mudéjar (simbiosis del gótico que traen los conquistadores castellanos con el mudéjar que sigue la tradición local de la arquitectura musulmana) que comunica con la comentada segunda iglesia, la cual está presidida por un bello retablo barroco; en los laterales del ábside se encuentran los enterramientos de sus fundadores y en el lateral de la nave se encuentra el panteón neogótico con diferentes enterramientos de la saga familiar.
Lo más importante desde el punto de vista artístico se encuentra en la iglesia primitiva y se trata del retablo de Martínez Montañés ejecutado por encargo de los jerónimos, donde destaca la figura central de San Jerónimo y los bajorrelieves laterales de la adoración de los pastores y la adoración de los reyes magos.
De la iglesia pasamos al denominado claustro de los muertos, llamado así por los enterramientos existentes en el mismo. De arquitectura mudéjar, las paredes de su galería perimetral están cubiertas de pinturas al fresco a excepción de su lado norte que está revestida por azulejos del siglo XVII. Este claustro comunica con otro de menor tamaño denominado de los Evangelistas, también de estilo mudéjar e igualmente decorado con pinturas al fresco.
A continuación accedimos a la Sacristía con bóvedas góticas decoradas con pinturas barrocas. De allí pasamos a la Sala Capitular remodelada en época barroca dejando oculta las originales bóvedas góticas.
Las últimas dependencias visitadas fueron: la llamada Capilla del Reservado, capilla privada de los monjes con un retablito que acoge tres magníficas esculturas de Martínez Montañés; dos antiguas celdas, en una de las cuales se conserva un techo de madera policromada en magnífico estado de conservación y otra en la que se exponen restos arqueológicos romanos encontrados en el Monasterio. Por último visitamos el antiguo refectorio en el que destaca un gran fresco medieval de la Última Cena.
Siendo las 13,30 horas se dio por finalizada la larga y densa jornada cultural y los asistentes nos despedimos agradeciendo al clima que nos diera un respiro dentro de la ola de calor que nos castigaba desde los días precedentes.
Fotos del Evento