CRÓNICA DE LA VISITA CULTURAL “EL CONVENTO DE SAN LEANDRO Y SU ENTORNO” 27 MAYO DE 2023
En una tarde lluviosa y un poco desapacible, un grupo de valientes con paraguas se dio cita en la plaza de San Leandro dispuestos a conocer la historia y la riqueza de la Iglesia del Convento de San Leandro y su entorno urbano, comandados, como siempre por Manu nuestro guía.
A las seis en punto, una monjita nos abrió las puertas del templo y accedimos a su interior. Allí Manu inició su intervención explicándonos los orígenes históricos del Convento en que nos encontrábamos: Pertenece a la orden de las Agustinas y se trata de uno de los conventos más antiguos de Sevilla; se fundó en la segunda mitad del siglo XIII, al poco tiempo de la conquista de la ciudad por las tropas del rey Fernando III, ubicándose en el solar donde en la actualidad se emplaza el convento de los Capuchinos, a las afueras de la puerta de Córdoba. Este lugar extramuros y por tanto más inseguro hizo que en 1369 la comunidad decidiera su traslado a unas casas confiscadas por el rey Pedro I a Teresa Joffre en castigo por su deslealtad en el contexto de las rencillas entre familias de la nobleza local. Enseguida se construyeron algunas dependencias y la iglesia conventual, pero dos siglos mas tardes, a finales del XVI y ante el desarrollo que va adquiriendo la comunidad, comienza a levantarse la nueva iglesia, trabajo del que se encarga el arquitecto Juan de Oviedo, y se ejecuta la mayor parte de las dependencias actuales del amplio convento que ocupa la mitad de la gran manzana que comparte con otro edificio monumental, la Casa de Pilatos, obras que duraron hasta bien entrado el siglo XVII.
La iglesia responde a las trazas prototípicas de los conventos sevillanos: una sola nave, con planta de cajón y coros bajo y alto a los pies del templo. La nave se cubre con bóveda de cañón, lo cual la diferencia de la mayoría en que ésta se cubre con artesonado de madera.
En el presbiterio, cubierto con bóveda semiesférica, nos encontramos con un majestuoso retablo, obra del siglo XVIII debida a Felipe Fernández del Castillo y a Pedro Duque Cornejo, que se realizó en sustitución del retablo original del siglo XVII. Lo primero que llama la atención es que la arquitectura del retablo no está terminada mediante dorado o barnizado de la madera, sino con una capa de pintura de un color apagado gris verdoso; asimismo es llamativa la abundancia de serafines que lo decoran. Preside su primer cuerpo una talla moderna del Corazón de Jesús, el más antiguo de las iglesias sevillanas y fruto de una devoción que empezó a extenderse en el siglo XIX. A ambos lados de esta figura aparecen las esculturas de Santa Bárbara y de Santa Teresa de Jesús, ambas del XVIII. El segundo cuerpo lo preside una talla del obispo hispalense titular del convento, San Leandro. En sus laterales y en los del cuerpo superior nos encontramos con seis relieves reaprovechados del retablo del XVII, obras de Jerónimo Hernández. Corona el retablo un altorrelieve de la aparición de Cristo y la Virgen a San Agustín, inspirador de la orden a la que pertenece el Convento.
En el muro de la derecha se abre la única capilla del templo que en realidad es un espacio de acceso a dependencias de la clausura conventual en que se sitúa un retablo neoclásico con una Virgen de principios del XIX. Sobre el arco de acceso a dicha capilla nos encontramos con un cuadro que representa, en su extremo derecho, a la Virgen en actitud orante y, en su lateral izquierdo, a San José con un ángel que le explica el misterio de la Concepción de María.
Siguiendo por el muro de la Epístola nos encontramos con el retablo de mediados del XVII ejecutado por la familia Ribas y dedicado a San Agustín y a la Orden Agustina, situado de tal manera que es lo primero que vemos al acceder al templo. Está presidido por la imagen del santo referente de la Orden que porta en su mano izquierda la maqueta de una iglesia como metáfora de su condición de Padre de la Iglesia. El titular está flanqueado por Santo Tomás de Villanueva y San Nicolás de Tolentino; en la zona superior se sitúan Santa Clara de Montefalco y Santa Rita de Casia, además de dos relieves, uno representando a la Virgen con el Niño y otro con la escena de San Agustín de joven y su madre Santa Mónica en el puerto de Ostia. Las alegorías de la Fe y la Esperanza completan un conjunto que debe entenderse como un programa iconográfico de glorificación de la Orden titular del Convento.
A continuación nos detuvimos ante una placa cerámica que indicaba que a los pies de la misma se encuentra el enterramiento de Nicolás Monardes Alfaro, médico y erudito sevillano del XVI, que poseía un huerto con acceso por la calle Sierpes en el que tenía especies vegetales traídas de América sobre las que elaboró tratados que fueron pioneros en la medicina europea de su tiempo.
A continuación contemplamos el excelente retablo dedicado a San Juan Evangelista, obra de la década de 1630 que sigue la tradición conventual sevillana de enfrentar a los retablos dedicados a los Santos Juanes, el Evangelista y el Bautista, costumbre que llegó a provocar hasta enfrentamientos incluso dentro de las propias comunidades religiosas entre los devotos de uno y otro San Juan. En el cuerpo central del retablo del Evangelista de sitúa el altorrelieve del Santo ejecutado personalmente por Martínez Montañés. A su taller corresponden las restantes tallas de Santiago el Mayor, María Salomé, el martirio de San Juan, Santiago el Menor, María Cleofás y la Virgen con el Niño. La figura de Santiago el Mayor y el relieve del martirio se deben a Francisco de Ocampo, figura preminente del taller de Martínez Montañés.
Como último retablo del muro de la Epístola nos encontramos con uno de estilo neoclásico presidido por la Virgen de Consolación y Correa realizada por el imaginero sevillano Sebastián Santos en 1932 y portadora de la correa característica del hábito agustino, de cuya Orden es patrona y a cuyos lados figuran las tallas de San Juan de Sahagún y San Francisco de Paula.
A los pies de la nave se disponen los coros, cuyas generosas dimensiones nos dan idea de la numerosa comunidad que en su día tuvo el Convento. A ambos lados del gran hueco protegido por una tupida reja que comunica visualmente el coro con el templo, hay dos pequeñas puertas, la de la izquierda es la que sirve de tránsito entre ambos recintos y el de la derecha es el comulgatorio que servía para que las monjas recibieran la Comunión sin necesidad de transitar por el templo cuando la celebración de la Eucaristía estuviese abierta al público.
El muro del Evangelio acoge, junto al coro, un retablo neoclásico presidido por la imagen de Santa Rita de Casia del siglo XVII representada portando una palma con tres coronas representativas de sus tres estados (casada, viuda y religiosa). En la parte inferior se contempla una pintura de la Virgen entregando el cíngulo negro de la Orden Agustina a Santa Mónica.
A continuación nos encontramos con el ya aludido retablo de San Juan Bautista, obra iniciada por Martínez Montañés en 1622, por tanto algo anterior al opuesto de San Juan Evangelista, y en el que él ejecutó personalmente las figuras del santo y el relieve de la cabeza degollada del mismo. El resto de las imágenes (San José, la Virgen, Santa Isabel, Zacarías y el Bautismo de Jesús) se deben a su taller. Se da la circunstancia que las imágenes de este retablo se encuentran en magnífico estado, con las tonalidades originales tras la reciente restauración a que fue sometido para su incorporación a la gran exposición que sobre Martínez Montañés se celebró en el Museo de Bellas Artes de Sevilla hace pocos años.
Tras el cancel de acceso al templo, magnífica obra de talla de madera coronada por la figura de un ángel portando la mitra como símbolo del obispo San Leandro, contemplamos un retablo barroco presidido por una imagen de la Virgen con el Niño de principios del siglo XVIII, flanqueada por las imágenes de San Antonio de Padua y San Fernando, situándose sobre la hornacina central la imagen del Nazareno. En este retablo estuvo en tiempos la imagen de Santa Rita que ahora se venera en el retablo de los pies de este muro, pero fue trasladada a su emplazamiento actual para evitar las molestias que provocaba cuando la importante afluencia de personas que iban a venerar a la santa coincidía con cultos en el contiguo altar mayor.
Tras casi una hora de detenido recorrido por el interior de la Iglesia, apareció una monja que inició los preparativos del culto que la comunidad de religiosas tenía previsto para las siete de la tarde, señal inequívoca de que debíamos comenzar a desalojar el templo. Al salir y tras unos breves segundos para que las pupilas se acomodaran a la luz exterior, iniciamos un paseo por los alrededores del Convento, con un cielo menos amenazante que al principio de la tarde.
En la Plaza de San Leandro, Manu nos habló de la apertura, a mediados del siglo XX de la calle Francisco Carrión Mejías gracias a la demolición del hospital de San Hermenegildo o de los Heridos fundado por el Cardenal Cervantes, el cual da nombre a la calle que une la plaza con la cercana calle Santiago.
Comenzado el paseo nos dirigimos a la calle Imperial donde pudimos apreciar la extensión del Convento que, aparte de las fachadas de las plazas de San Leandro y San Ildefonso, tiene un largo y casi ciego cerramiento a esta calle que siempre fue la trasera tanto del Convento como de la colindante Casa de Pilatos. Desde aquí tomamos la estrecha calle Lanzas para llegar a la calle Santiago donde nos detuvimos para contemplar la concentración de edificios nobles que en escasos metros se produce aquí. Sin movernos y simplemente girando la cabeza, pudimos ver cuatro edificios monumentales:
En primer lugar, el antiguo Convento de monjas dominicas de Santa María de los Reyes, fundado a principios del siglo XVII por Sor Francisca Dorotea, con Iglesia de mediados del XVIII y que siguió con dicho uso hasta 1970. En 1986 el edificio fue adquirido por la Junta de Andalucía y en 1991 sufrió un importante incendio que arrasó con cuanto no se habían llevado las monjas en su traslado, entre ello los retablos de la iglesia. Tras la rehabilitación de algunas de sus dependencias, éstas se destinan a salones de actos y salas de exposiciones de la administración autonómica.
Colindante al anterior Convento se encuentra el Palacio del Almirante López Pintado que es sin duda la obra civil más importante levantada en la Sevilla del siglo XVIII. También conocido como Palacio de Villapanés ha sido residencia habitual de la familia propietaria hasta hace pocos años en que tras unas obras de reforma se ha convertido en hotel de lujo.
Siguiendo en la misma acera de la calle Santiago nos encontramos con el Corral del Conde que debe su nombre a su antiguo propietario, el conde-duque de Olivares. Enorme corral de vecinos que llegó a albergar a casi 4.000 personas y que en la actualidad, tras las pertinentes obras de remodelación, se ha convertido en un lujoso edificio de modernos apartamentos. Manu nos comentó que el patio del corral se puede visitar libremente los miércoles por las mañanas.
El último de los cuatro edificios que contemplamos en la parada efectuada en la calle Santiago fue la iglesia de Santiago, edificio que hunde su historia en época musulmana y que ha llegado a nuestros días con el aspecto generado por las posteriores modificaciones mudéjar y barroca. En estos días se está procediendo a los últimos trabajos para su reapertura en el próximo otoño, tras las obras de rehabilitación llevadas a cabo en los últimos dos años. Esperamos que para el próximo curso de actividades culturales de la Asociación podamos programar una visita a este templo que tantas referencias santiaguistas alberga en su interior.
Desde la calle Santiago continuamos con el paseo por las calles Ave María y Azafrán hasta llegar a la plaza Ponce de León, antiguamente denominada plaza de la Paja por comercializarse en ella con la paja resultante del mercado de trigo emplazado en la colindante alhóndiga situada en el solar de los antiguos juzgados de la calle Almirante Apodaca. Calle ésta que hasta principios del siglo XX no tuvo conexión directa con la plaza de Ponce de León, por llegar las edificaciones de la calle Alhóndiga hasta la propia iglesia de Santa Catalina.
Por último nos desplazamos hasta la calle Escuelas Pías y nos adentramos en el pasaje donde están las oficinas de Emasesa para contemplar el espacio que conserva la columnata del que fue patio principal del antiguo Palacio de los Ponce de León, edificio señorial que, junto al antiguo Convento de los Terceros, pasó a ser Colegio de los Escolapios hasta que estos se trasladaron a Montequinto vendiendo el inmueble a una empresa promotora de viviendas que demolió buena parte del Palacio, perdiéndose así un magnífico edificio civil sevillano.
Contemplando un paño cerámico existente en la fachada de este edificio que mira a la plaza de Ponce de León en el que se dibuja lo que fue esa misma fachada en tiempos del Colegio, nos despedimos los asistentes y nuestro guía Manu, habida cuenta que se trataba de la última visita cultural del presente curso.
Por último solo añadir que, al poco de la despedida, se pudo ver a algunos de los asistentes a la jornada consolando su nostalgia cultural en la cercana bodeguita “Quitapesares” y empapando en cervezas 0,0 su pesar mientras dialogaban acerca de las posibles jornadas culturales a programar para el próximo curso.
Fotos del Evento