CRÓNICA DE LA VISITA CULTURAL “TRADICIONES Y LEYENDAS DE SEVILLA (RUTA DESDE LA PUERTA DE LA CARNE HASTA LA ALAMEDA DE HÉRCULES)”.
23 DE NOVIEMBRE DE 2022.
A las seis de la tarde estábamos convocados en la Puerta de la Carne para la primera jornada de visitas culturales del curso 2022-23. Allí nos reunimos 17 asistentes con nuestro guía Manuel Pablo Rodríguez, más conocido como Manu, para iniciar una jornada instructiva y andarina.
En el punto de encuentro se nos indicó que, a pocos metros de allí, discurría en tiempos el arroyo Tagarete y se ubicaba el matadero público junto al que se creó por Fernando VII la escuela de tauromaquia a la que tan vinculada estuvo el cercano arrabal de San Bernardo. Desde allí contemplamos el puente del mismo nombre, obra de 1924 del arquitecto regionalista Juan Talavera y Heredia, único de los que salvaban las vías del tren que se ha mantenido en pie tras la remodelación ferroviaria previa a la Expo´92.
Caminando hacia la calle Cano y Cueto, Manu nos mostró el lugar exacto donde se situaba la Puerta de la Carne de la antigua muralla, mostrándonos una foto de la misma en la que se aprecian edificios que todavía existen. De allí nos dirigimos hasta la calle Verde, ejemplo del viario recoleto de la antigua judería, allí pudimos contemplar algunos espacios del hotel “Las casas de la Judería”, establecimiento que ocupa distintas edificaciones independientes pero comunicadas por el subsuelo.
Siguiendo el paseo, llegamos hasta la iglesia de San Bartolomé, obra del arquitecto José Echamorro, ejecutada sobre el solar de un anterior templo cristiano que, a su vez, sustituyó a una sinagoga. En su interior pudimos contemplar la capilla bautismal donde recibió su primer sacramento uno de los parroquianos más ilustres de su feligresía, Miguel Mañara, también nos detuvimos en la capilla de la Virgen de la Alegría con su magnífico retablo de plata, así como en la cruz de forja proveniente del antiguo cementerio parroquial.
Colindante a la iglesia se encuentra la casa-palacio de los Mañara, en cuya fachada destaca la portada pétrea y la rejería de las ventanas en la que en ningún caso se repite el modelo, siendo todas de diferente trazado.
De aquí marchamos a la cercana plaza de las Mercedarias a donde dan fachada dos conventos femeninos, el de las Salesas y el de las Mercedarias.
Avanzando por la calle Conde de Ibarra llegamos hasta la iglesia de San Nicolás, templo poco vistoso por fuera pero con un espléndido interior, con cinco naves separadas por arquerías sobre columnas de mármol rojo. Es sede de la popular hermandad de la Candelaria que procesiona el Martes Santo y cuyo titular, el Cristo de la Salud, tiene la peculiaridad de tener su túnica tallada junto al resto de la imagen, caso poco común en la Semana Santa sevillana.
A escasos cien metros y bajando por la calle Muñoz y Pabón, llegamos a un edificio donde en una hornacina de su planta alta se muestra una escultura de un busto coronado. Aquí Manu nos explicó la leyenda que da lugar a esa figura, se trata de la historia de la cabeza del Rey Don Pedro, estamos en la calle de dicho nombre. Nos remontamos a la época de enfrentamientos nobiliarios del medievo, en este caso se trata de disputas entre los Trastámara y los Guzmán; en ese contexto el rey Pedro I el Cruel, perteneciente a los Trastámara se entera que un miembro de los Guzmán va propagando falsedades (fake news, que se dice ahora) sobre su estirpe. Una noche encuentra a dicho individuo en este lugar y se baten en duelo, hiriendo de muerte el rey a su contrincante. La escena es presenciada por una mujer desde su ventana y se percata del llamativo chasquido que tiene en las rodillas el hombre que huye del lugar, defecto que era “vox pópuli” que padecía el rey. La mujer se lo cuenta a su hijo cuando éste llega a casa. Los Guzmán exigen al rey que se esclarezca el asunto y el rey promete una recompensa para quien aporte información al respecto y que, cuando capturen al autor, su cabeza será expuesta en el lugar de los hechos. Entonces el hijo de la “vieja del visillo”, como alguien de los asistentes a la visita calificó a la testigo, pidió audiencia al rey y le pone al tanto de lo visto y oído por su madre; el rey entonces le da la recompensa y a los pocos días ordena colgar de la fachada una caja que contenía la cabeza prometida. Al cabo de unos años, cuando Pedro I ya había fallecido, se abrió la caja y se descubrió que el contenido era efectivamente la cabeza del rey pero la proveniente de una estatua suya que el propio rey ordenó decapitar para la ocasión.
A continuación marchamos hasta la plaza de Pilatos donde se nos habló de la arquitectura del palacio construido entre finales del siglo XV y principios del XVI, con esa mezcla de estilos en la que confluyen la tradición mudéjar con el gótico y los albores del renacimiento. Pudimos admirar la magnífica portada a modo de arco de triunfo realizada con mármoles italianos por artistas genoveses, y conocimos el Vía Crucis que se inicia en el retablo marmóreo de la fachada del palacio y discurre hasta el templete de la Cruz del Campo, con sus catorce estaciones marcadas por azulejos cerámicos a lo largo de su recorrido.
La siguiente parada fue en la plaza de San Ildefonso, donde Manu disertó sobre la iglesia del mismo nombre que preside este espacio abierto, obra del ya mencionado José Echamorro, y sobre la desconocida torre existente en la colindante calle Descalzos, uno de los pocos restos que se mantienen del antiguo convento de los Trinitarios Descalzos.
De allí marchamos hasta la plaza de San Leandro para que nuestro guía nos contara las peripecias viajeras de la Pila del Pato que allí se encuentra. Su primera ubicación fue en la plaza de San Francisco, al principio en su extremo sur y posteriormente en su centro; de aquí se trasladó al extremo norte de la Alameda de Hércules donde tampoco estuvo siempre en el mismo punto; ya en el siglo XX se trasladó al Prado de San Sebastián, concretamente a los jardines que existían donde ahora está el Palacio de Justicia (a este emplazamiento, colindante en su momento al recinto ferial, se refería El Pali en la sevillana que decía “En la Pila der Pato, mi arma, te conosío…”) y finalmente quedó colocada en su actual emplazamiento.
El siguiente punto de encuentro fue delante de la iglesia de Santa Catalina, donde pudimos contemplar la magnífica portada mudéjar de su fachada principal que fue trasladada a este lugar desde su original ubicación en la iglesia de Santa Lucía, hoy desacralizada.
A continuación, tras un corto paseo llegamos al convento de Santa Inés. . En su compás y con la música de fondo del coro de las monjitas que participaban en un oficio religioso, Manu nos contó la historia de Doña María Coronel y la leyenda de Maese Pérez el organista, obra de Bécquer.
María Coronel era esposa de un noble sevillano. El rey Don Pedro se enamora de ella y se las arregla para quitar de este mundo a su marido y destruir su palacio. Ella se traslada a casa de unos familiares y allí unos sicarios de Don Pedro intentan raptarla. Se ve en la necesidad de huir y se refugia en el convento de Santa Clara, pero el rey accede al convento y ella corre hacia la cocina y se vierte en el rostro y en el pecho el aceite hirviendo que estaba en el fuego. Al cabo del tiempo y una vez conseguido interrumpir el acoso del rey, María Coronel se presenta ante él y le exige la devolución de los terrenos de su antigua casa-palacio. En dicho lugar se erigió el convento de Santa Inés donde está enterrado su cuerpo incorrupto que cada 2 de diciembre se expone al público.
La leyendo de Bécquer trata de Maese Pérez, organista ciego del convento de Santa Inés que el arzobispo siempre trató, sin lograrlo, de llevárselo para la Catedral por su virtuosismo. Un año, durante la misa del gallo y mientras tocaba su instrumento, falleció repentinamente Las monjas tuvieron que buscar un nuevo organista, pero poco antes de las celebraciones navideñas, el arzobispo sí logró esta vez llevarse a este nuevo organista para el servicio de la Catedral. Las monjas se encuentran sin tiempo material para encontrar un nuevo sustituto y encargan a la hija de Maese Pérez, que profesaba en el convento, que reemplace al organista a pesar de su escaso oficio. A pesar de ello el órgano sonó de maravilla durante la celebración religiosa. Cuando las monjas subieron a ver a su ejecutora descubrieron que ella no tocaba el órgano, éste funcionaba solo… ¿el espíritu de Maese Pérez sería el culpable de aquello?
De aquí marchamos a la plaza de San Juan de la Palma donde nuestro guía nos narró la leyenda de la palma que se encuentra descrita en un lienzo colgado en el interior de la colindante iglesia de San Juan Bautista. Dicha historia trata de un hereje que, en el cementerio que ocupaba el espacio de la actual plaza y hablándole a una palmera allí existente, comenzó a negar la virginidad de María. Al día siguiente fue denunciado en la Inquisición por un anciano que dijo haber oído sus palabras. Ello motivó el inmediato apresamiento del hereje, el cual negó los hechos. Entonces las autoridades fueron a buscar al anciano al domicilio que él había notificado, pero allí solo encontraron a un joven que cuando le describieron al anciano dijo que era su abuelo, difunto y enterrado en el cementerio donde ocurrieron los hechos. Cuando los alguaciles regresaron al castillo donde estaba preso el hereje y le contaron el milagro ocurrido, éste reconoció su pecado, siendo juzgado y condenado (moraleja: no es prudente hablar solo y menos en un cementerio).
La siguiente estación fue en la plaza de San Martín, donde centramos la atención en la iglesia del mismo nombre, magnífico ejemplar de arquitectura mudéjar pero que se sale de la tónica general de los templos sevillanos de esa época al tener una sola y ancha nave y carecer de artesonado de madera en su techumbre.
A continuación proseguimos hasta la Alameda de Hércules, lugar recuperado en 1570 por el Conde de Barajas como zona de esparcimiento; lo que antes era una laguna en invierno y un lodazal infecto en verano, resto del antiguo brazo del Guadalquivir que por aquí discurrió durante buena parte del primer milenio de nuestra era. En dicha remodelación se instalaron las columnas del lado sur, provenientes de los restos del edificio romano que aún se conservan en la calle Mármoles, coronadas en ese momento por las estatuas de Hércules, fundador mitológico de la ciudad, y de Julio César, emperador que la ennobleció y cercó con recias murallas.
Andando un poco nos desplazamos hasta el cruce de las calles Leonor Dávalos y Urraca Osorio. Allí Manu nos contó la historia acaecida en 1.367 cuando Dª Urraca casada con un noble de la casa de los Guzmán es acusada por el rey Pedro I de instigar contra él, siendo juzgada y condenada a morir en la hoguera. La ejecución se llevó a cabo en los aledaños de la laguna anteriormente referida; cuando el fuego hizo que la falda de la condenada se levantase, su dama de compañía Leonor Dávalos corrió a tapar con su cuerpo la desnudez de su señora, muriendo ambas pasto de las llamas. En homenaje a ambas se rotularon las dos calles en que nos encontrábamos, situadas en las proximidades de donde ocurrieron los hechos.
Como estación final nos desplazamos hasta la calle Hombre de Piedra, junto a la hornacina en que se cobija la estatua de un torso humano. El nombre de la calle perdura desde el siglo XV y se debe a la leyenda que discurre en una taberna de dicha calle en la que estaban varios amigos que oyeron la campanita que avisaba del paso la procesión que llevaba la comunión a los enfermos; todos los presentes se arrodillaron a su paso menos uno que proclamó que él no se arrodillaba ante nadie; en ese momento se abrió el cielo y cayó un rayo que impactó contra el fanfarrón, quedando éste petrificado.
En este lugar y siendo algo más de las 20,30 h se dio por concluida la intensa jornada de paseo, tradiciones, arte y leyendas. Aquí se despidieron los asistentes y algunos de ellos aprovecharon, con buen criterio y ya que estaban en la Alameda, para disfrutar de la extensa oferta hostelera de la zona.