El viernes 25 de marzo, a las 19,30 horas, asistimos en la sede de la Asociación a la charla mencionada, bajo el título “Guía mágica del Camino de Santiago”.
Francisco Contreras Gil es periodista, reportero, escritor, peregrino y viajero, con amplia experiencia tanto en medios escritos (fundador de la revista “Enigmas”), como radiofónicos (SER, Melodía FM, Onda Cero, Radio Nacional de España, etc) y televisivos (Cuatro TV, Telecinco, Antena 3, Telemadrid, Canal Sur, DMax-Discovery, etc). Lleva más de tres décadas dedicado al periodismo de investigación especializado en historia, tradiciones, costumbres, leyendas y misterios. De la experiencia y trabajo llevado a cabo en las doce ocasiones en que ha hecho el Camino Francés (tanto desde Saint Jean Pied de Port-Roncesvalles como desde Somport, hasta Compostela y Fisterra) surge su obra “Guía mágica del Camino de Santiago” en la que, además de la información básica, etapas, kilómetros, albergues, lugares de parada y fonda, el lector encuentra toda la información de cada ciudad, pueblo y aldea, de cada ermita, iglesia, catedral, monasterio, castillo, palacio y museo, mostrando claves, secretos y leyendas que no aparecen en las guías convencionales.
El vocal de Cultura, antes de hacer la presentación del ponente quiso dedicar un recuerdo a Miguel Rodríguez, vocal de caminos y tesorero de nuestra Asociación, que el día anterior y mientras acompañaba, en una mañana lluviosa, a un grupo de estudiantes y profesores en la primera etapa de la Vía de la Plata, sufrió una caída que le provocó una fractura ósea y en ese momento permanecía ingresado en espera de una intervención quirúrgica.
A continuación y durante una hora y media aproximadamente, Fran desarrolló las líneas generales de la temática recogida en el libro mencionado, con un importante apoyo de imágenes fotográficas.
Hacer una breve crónica del torrente de información que nos regaló el conferenciante es dejar muchas cosas en el tintero. Por ello intentaremos recoger los aspectos genéricos de lo hablado, sin entrar en cuestiones de detalles para los que siempre tendremos a nuestra disposición el libro publicado.
Vamos a ello:
Para empezar, no olvidemos lo más básico y fundamental: que el Camino de Santiago nos descubre siglos de historia y que es, por encima de todo, una experiencia humana y espiritual diferente a todo. No en vano, nadie dice: “He viajado al Camino”, todos dicen: “He hecho el Camino”
El viaje existencial y mágico del ser humano.
Y es que caminar, hacer camino, ha sido una constante en la historia del ser humano. Desde que tenemos consciencia de nuestra existencia, hemos caminado. Estamos hechos para caminar. Hemos caminado para cubrir nuestras necesidades primarias y en busca de horizontes, de tierras extrañas, que nos permitieran avanzar en otros sentidos. Hemos caminado movidos por la curiosidad, por el anhelo de descubrir y aprender, pero también en busca de lo desconocido, de lo ignoto, al encuentro de aquellos parajes donde moraba lo divino, mágico e invisible. Una búsqueda y un camino que es parte de nosotros, de nuestra naturaleza, de nuestra alma y esencia ancestral. Caminar y buscar ha sido y sigue siendo una constante en el ser humano. Una de sus metas vitales. Y cada paso dado en ese camino hacia el conocimiento de la auténtica y misteriosa “realidad” ha sido un salto -grande o pequeño, pero en cualquier caso un salto-, hacia los caminos del saber que nos ofrece el mundo y que nos legaron los caminantes y buscadores que nos precedieron.
En pleno siglo XXI el Camino de Santiago te da la oportunidad de reencontrar la esencia de esa búsqueda milenaria, es parte humana, espiritual y mágica, que el ser humano parece haber desterrado. Un camino en el que se encuentra una espiritualidad universal, común a todas las doctrinas y credos, a cualquier ruta de peregrinación. Que atesora la universalidad de sentimientos que dieron origen a todas las creencias, en las que pervive el mundo espiritual y mágico común de la humanidad. Un Camino que siempre será mágico e iniciático: iniciático por que el viaje, con sus encuentros y vivencias, superará lo esperado e imaginado, y mágico porque será una experiencia en la que la realidad se mostrará ante nosotros en todas sus dimensiones, no solamente en la lógica y racional, la que rige nuestra cotidianidad, sino en la sensorial, emocional y espiritual, esa que permanece dormida y anestesiada.
Recorrer el Camino de Santiago es mucho más que portar una mochila y hacer kilómetros, y estas son algunas de sus claves
Érase una vez…unas luces en los cielos.
La aparición milagrosa de los restos del apóstol Santiago en el siglo IX -tras las apariciones de unas luces en los cielos- provocaron todo un rosario de acontecimientos históricos de gran relevancia que hoy se han olvidado. El hallazgo celestial, avalado religiosa y políticamente, afianzó la monarquía astur e impulso la transmisión y vinculación cultural política y religiosa entre los reinos peninsulares en pleno dominio musulmán. El descubrimiento y la custodia de los restos apostólicos articularon un mismo pensamiento frente los infieles musulmanes en el momento en el que la hegemonía cristiana estaba en peligro, y consciente de ello, la jerarquía eclesiástica recuperó los viejos caminos y configuró las sendas de peregrinación que se vio reforzada por la reconquista territorial de los reyes cristianos. En el siglo X, tras el asalto de Almanzor a Compostela, el Camino de Santiago dio un salto cuantitativo y cualitativo. Lo que en un principio era un fenómeno localizado en el norte peninsular se internacionalizó y convirtió en punta de lanza del orbe cristiano occidental. Alfonso VI, en Castilla y León, y Sancho Ramírez, en Navarra y Aragón, abrieron sus reinos al paso de peregrinos venidos de toda Europa, Nació así una autovía no solo religiosa y espiritual, sino artística y cultural.
Desde el siglo XI y hasta el siglo XIV las peregrinaciones a Compostela y Finisterre se convirtieron en vértice del mundo medieval de toda Europa. La antigua Hispania pasó a ser conocida con el nombre de “Iacosland”. Y gran parte de responsabilidad la tuvo un personaje fascinante, el Maestro Mateo; quien talló, además del Pórtico de la Gloria, la imagen de Santiago que hoy los peregrinos abrazan en el altar mayor. Y es que hasta su aparición, los peregrinos adoraban una tumba en el suelo.
A partir del siglo XV las peregrinaciones perdieron fuerza. La desaparición de los gremios canteros, las guerras entre reinos europeos, la peste o el luteranismo, fueron algunos de los motivos que llevaron al Camino de Santiago a una época de sombras que se prolongó durante el siglo XVIII con la Ilustración y el siglo XIX con la Desamortización, hasta mediados del siglo XX con la primera y segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil en España.
No fue hasta la década de los años setenta y ochenta cuando renació, y nació, el Camino de Santiago que hoy conocemos. Primero, gracias a la literatura heterodoxa y mágica del escritor Juan García Atienza, y más tarde, por el trabajo y esfuerzo del sacerdote Elías Valiñas y el profesor navarro Andrés Muñoz. Ambos vertebraron de nuevo los caminos y crearon el que es hoy un símbolo universal, la Flecha Amarilla, pintando la primera en el Puerto de Ibañeta-Roncesvalles, en Navarra.
Lugares de poder y Templos sagrados. De cuevas y montes a iglesias y catedrales
El Camino de Santiago es muy antiguo; al emprender la senda actual, recorremos muchos caminos que se han ido conformando con el paso de los siglos. Y si quitamos el barniz de lo “oficial” y recorremos con la mente abierta descubriremos que se articuló sobre las mismas vías y lugares que el ser humano utilizó para moverse y tomó como mágicos y sagrados desde tiempos remotos. La senda al Finis Terrae ya existía mucho antes de que fuera establecida por la Iglesia. Se dirige allí donde los celtas llegaron siguiendo la Vía Láctea, donde los romanos establecieron el Ara Solis, el templo al Sol. Cuando el peregrino o viajero del siglo XXI emprende el Camino, lo hace por sendas y parajes en los que el ser humano se encontraba a sí mismo y con sus dioses. Enclaves sacralizados por culturas como la megalítica, celta, íbera, vascona, griega, romana o musulmana, entre otras. Montañas, cuevas, lagunas, fuentes, acantilados, islotes, bosques, arboles, mares y valles que fueron morada de dioses y puertas a otros mundos para los primeros seres humanos. Así nos lo recuerda un hito en tierras burgalesas, en Atapuerca, el yacimiento paleontológico más importante del mundo, que guarda los secretos y misterios de la evolución humana: “Hace más de 800.000 años el ser humano ya vio amanecer desde este mismo lugar”.
Lugares de poder sobre los que, en tiempos medievales, se edificaron ermitas, iglesias y catedrales, que han conservado y prorrogado la sacralidad de los mismos. Templos que son mucho más que santuarios religiosos: eran -y siguen siendo- libros abiertos, cajas de resonancias trascendentes, máquinas de espiritualidad. Edificados bajo medidas estelares, en los que era tan importante la parte terrenal, el lugar, como la cósmica, su ubicación respecto a las estrellas, con una particularidad luminosidad y acústica. Templos vivos en los que confluían las fuerzas y energías terrestres y cósmicas para el hombre de la Edad Media que contemplaba la cúpula celeste y se guiaba por ella. Construidos bajo la visión cósmica, con lenguajes y mensajes oficiales y extraoficiales de las órdenes religiosas y de los gremios de constructores, los canteros, quienes dejaron tallados sus conocimientos, secretos y símbolos. Templos, ermitas, iglesias, catedrales, en las que cada piedra tenía un porque, una razón de ser.
Gremios de Constructores. Canteros, los magos y alquimistas de la piedra
Fueron los responsables de la construcción de iglesias, catedrales, monasterios, hospederías, casas señoriales, castillos y palacios. De la edificación de las ciudades de la ruta jacobea. Y su obra en piedra es un tesoro y uno de los grandes misterios del Camino de Santiago. Aunque las asociaciones gremiales eran comunes desde la antigüedad, en la Edad Media, ninguna llegó alcanzar el prestigio social, los conocimientos y la influencia que atesoraron los gremios de constructores. Fueron los primeros hombres libres, consiguieron derechos y libertades, Y a pesar de no saber ni leer ni escribir levantaron los edificios más altos hasta el siglo XVIII. Obras maravillosas que han trascendido el tiempo, que siguen vivas, y en las que cincelaron códigos, mensajes ocultos y claves mágicas. Todo lo que rodea a los gremios constructores es misterio. Y lo es porque; primero, se regían por el secreto gremial, sus conocimientos se trasmitían de forma discreta, y segundo, las primeras referencias escritas sobre estos no aparecen hasta el siglo XIII y XIV. El peregrino y viajero del siglo XXI hallará sus huellas en cada etapa, y su búsqueda se convierte en una aventura detectivesca.
Aparecen referenciados desde el siglo VI, VII y VIII, desde que el Papa Bonifacio IV les otorga diferentes privilegios, eximiéndoles de obligaciones y edictos reales allí donde trabajaran. Su ocaso comenzó, primero en el siglo XIV, con la prohibición de utilizar códigos y secretos tras el Concilio de Aviñón y después, con el nacimiento de las Universidades en el siglo XV y XVI.
Hoy estamos lejos de saber cómo pudieron equilibrar tan delicadamente una composición de fuerzas estáticas que permitía elevar esas piedras hacia las alturas en una época en la que no existían datos, resistencias materiales y teorías estructurales. Y muy lejos de saber el mensaje que se esconde en sus signos y grabados en la piedra, como ya hicieran egipcios, griegos y romanos. Figuras geométricas de diferentes tamaños y estilos, de trazos simples y monogramas, iniciales o representaciones zoomorfas; las marcas de cantero. Todas ellas con una función práctica, pagar el trabajo realizado, indicar la ubicación y orientación del sillar, y las más fascinante; la que albergan un diseño y sentido complejo y simbólico que no sabemos si pertenece a un lenguaje secreto, con connotaciones mágicas, astronómicas o místicas. Más aún teniendo en cuenta que los canteros no levantaban un edifico al uso, sino un artefacto, una máquina de espiritualidad, con la que se busca el contacto con lo numinoso
Arquitectura y Geometría Sagrada: las claves y simbología del románico y gótico
Una forma de entender el pasado es mediante la contemplación de sus obras de arte. Y una de las grandezas del Camino de Santiago encuentra su mejor expresión en el arte, más concretamente en la arquitectura. El peregrino y viajero del siglo XXI hallará a lo largo del Camino de Santiago -un libro de historia del arte a cielo abierto- dos formas de arte medieval, de expresión arquitectónica, las dos corrientes de edificación -de escuadra, cartabón y compás- con las que se creó, vertebró y configuró la ruta jacobea: el románico y el gótico. El Románico, definido como el estilo “de la peregrinación” o “a la manera de Roma”, utilizado para la edificación de la ruta jacobea desde el siglo X al XII. El arte de la pureza, de líneas puras y sencillas, de la austeridad, sin volúmenes, con estricto orden y simetría, robustez y pesadez, cuya piedra lejos de trasmitir frialdad, nos acerca al simbolismo de la cueva, al contacto sagrado de forma discreta y privada. Que utilizó la escultura y pintura como lenguajes universales en un tiempo en el que el pueblo no sabía ni leer ni escribir. Una corriente artística que se vio reforzada con la expansión de los centros monásticos de las órdenes del Cluny y del Císter, marcada por el arco de medio punto y las bóvedas de medio cañón. A lo largo del Camino de Santiago hallaremos las llamadas “iglesias de peregrinación” en Jaca, la “influencer” medieval”, Leyre, Eunate, Estella, Torres del Río, San Millán de la Cogolla, Frómista, Sahagún, León, Compostela o Finisterre/Fisterra. Y el Gótico, que irrumpe en el siglo XII, como un arte altivo, liviano y urbano, que aparece cuando se pierde la idea que había dominado la religiosidad medieval y el universo pasa a entenderse como materia neutra en la que el ser humano puede intervenir, y que pone de manifiesto el avance de la técnica y conocimientos. Bautizado así por Giorgo Vasari, discípulo de Miguel Angel, quien creía que era un arte germánico, que diseña templos tempos con muros de arbotantes, grandes torreones con ajugas, nervios apuntados, arcos ojivales y vidrieras. Con el gótico los templos crecen en altura, anchura y volumen, son la ostentación del poder de la fe y del espíritu. Y sus huellas han quedado en las grandes catedrales jacobeas como Pamplona, Burgos, León o Compostela.
Templarios y el Camino de Santiago
Iconos de la época medieval, es la orden militar-religiosa de caballería más estudiada, y paradójicamente, la más desconocida. La Orden del Temple, la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, fue la primera, hasta su aparición el que era monje, era monje, y el que era guerrero, era guerrero, con ellos nació el concepto de monje-guerrero, y la más importante de la Edad Media. Consiguieron ser los amos del mundo a lo largo de dos siglos, dominando Europa y parte del norte de Africa y Asia. Sus caballeros, hoy, siguen cabalgando entre la historia y la leyenda. Fueron los responsables de recuperar el culto a la Virgen, junto a la Orden del Cister, y participaron en los acontecimientos bélicos, estando presentes con su sello y lema en todo el orbe de la cristiandad.
Los templarios aparecieron en nuestro país en 1131, ocho años después de su fundación, aunque ya se habían producido contactos anteriores. Y con su ayuda, los monarcas hispanos fueron recuperando las tierras perdidas, y ellos obteniendo villas, fortalezas y santuarios. A partir del siglo XII expandieron sus conocimientos, trajeron novedosos sistemas de cultivo, sistemas financieros e incluso una arquitectura diferente, con ellos apareció el estilo gótico, y una particular religiosidad y espiritualidad mística diferente, fruto de su relación con distintas religiones, culturas y filosofías en Tierra Santa. Fueron ubicándose en puntos estratégicos -defensivos y comerciales- pero también en enclaves sagrados, siempre allí donde se produjo un milagro, se veneraba una reliquia o había un santuario de culto pagano. Hoy todos ellos son hitos del Camino de Santiago y guardan sus huellas en San Juan de la Peña, Sangüesa, Puente la Reina/Gares, Estella, Nájera, Castrojeriz, Frómista, Villalcázar de Sirga, Carrión de los Condes, León, Astorga, Rabanal del Camino, Ponferrada, Villafranca del Bierzo, Cebreiro o Finisterre/Fisterra
Rumbo al Fin del Mundo, el Km O, el Ara Solis.
La vía abierta por los peregrinos entre Europa, Compostela y Finisterre/Fisterra fue el conducto por el que se expandió el conocimiento, por el que circularon las vanguardias sociales, culturales, filosóficas, espirituales y religiosas imperantes en el mundo medieval occidental y oriental. Fue la red de redes de la Edad Media. Y en ella, en pleno siglo XXI, hallaremos sus huellas, un legado de historia e historias, de secretos y claves, si observamos más allá de lo evidente.
Una vez terminada la conferencia se abrió un breve turno de preguntas por parte de los asistentes y finalmente el vicepresidente de la Asociación entregó a Fran Contreras el miliario a escala que tradicionalmente se regala a las personas que nos honran con sus charlas y conferencias. Con ello se dio por finalizado el acto oficial y se inició un agradable momento de diálogo y encuentro entre los socios y con Fran, amenizado con un aperitivo que, siendo la hora que era, entonó estómagos y espíritus.
Fotos del Evento